El tercer hombre - Análisis

7/26/20242 min read

En el sombrío entramado de la posguerra, entre las ruinas de una Viena devastada, se desarrolla "El tercer hombre", una obra maestra del cine negro dirigida por Carol Reed y escrita por Graham Greene. Esta película, una danza de sombras y luces, nos sumerge en un mundo donde la moralidad es un lujo y la verdad, un espejismo.

La historia sigue a Holly Martins, un escritor de novelas baratas, quien llega a Viena tras recibir una invitación de su amigo Harry Lime. Pero al llegar, descubre que Lime ha muerto en un misterioso accidente. Martins, en su ingenuidad y obstinación, decide investigar la muerte de su amigo, sólo para desenterrar secretos que hubieran sido mejor dejados en la penumbra.

Uno de los momentos más icónicos de la película es, sin duda, el discurso de Orson Welles, interpretando al escurridizo Harry Lime. En una escena tensa y cargada de cinismo, Lime le dice a Martins:

"En Italia, durante treinta años bajo los Borgia, tuvieron guerras, terror, asesinatos y derramamiento de sangre, pero produjeron a Miguel Ángel, a Leonardo Da Vinci y al Renacimiento. En Suiza, tuvieron amor fraternal, quinientos años de democracia y paz, ¿y qué produjeron? El reloj de cuco."

Esta línea, cargada de ironía y desdén, encapsula la visión nihilista de Lime. Welles, con su presencia magnética, nos entrega un personaje que justifica su corrupción y desprecio por la vida humana bajo la bandera de un pragmatismo retorcido. Es una crítica mordaz a la ilusión de la civilización y el progreso, sugiriendo que la grandeza y la belleza surgen del caos y la violencia.

El clímax de la película nos lleva a las alcantarillas de Viena, un laberinto subterráneo que simboliza la complejidad moral de los personajes. Es aquí donde Martins confronta a Lime en una persecución desesperada, un juego del gato y el ratón que culmina en una tragedia inevitable. La cámara de Reed captura este descenso al inframundo con una maestría visual impresionante, utilizando los ángulos oblicuos y las sombras profundas para crear una atmósfera de pesadilla.

Pero es el final de la película lo que deja una marca indeleble en la memoria del espectador. Tras la muerte de Lime, Martins espera en el cementerio, observando cómo Anna, el amor perdido de Lime, camina hacia él. La escena está impregnada de un silencio elocuente, una pausa que se siente como un latido de corazón. Anna pasa de largo, ignorando a Martins, quien queda solo, derrotado por una realidad que no puede ser novelada ni redimida. Es un final amargo, que rechaza la reconciliación fácil y el consuelo.

"El tercer hombre" es un relato de traición y desilusión, un espejo oscuro que refleja las sombras de la naturaleza humana. Como en las mejores obras de horror de Stephen King, encontramos que el verdadero terror no proviene de lo sobrenatural, sino de la corrupción y la decadencia que acechan dentro de nosotros mismos. Esta película, con su guión impecable y su dirección magistral, sigue siendo una pieza fundamental del cine, un recordatorio de que incluso en las ruinas de la guerra, las historias más inquietantes son las que nacen de nuestras propias sombras.